sábado, 30 de noviembre de 2019

Hacia una sociedad multigeneracional


Publicado en el diario oficial El Peruano el sábado 30.11.2019


JOSÉ LUIS VARGAS SIFUENTES
           
Nuestro mundo viene avanzando casi inadvertida, pero progresivamente, hacia un equilibrio generacional, en el cual los jóvenes, que hasta ahora constituyen mayoría, vienen cediendo campo a los de la tercera y cuarta edad, cuyas filas están en aumento.
            Es consecuencia directa de los progresos de la ciencia, en particular de la medicina, que contribuye decididamente a prolongar la duración media de la vida humana, aumentando así las expectativas de vida.
Además, el control de la natalidad aplicado en la mayoría de países del mundo -con excepción de algunos pocos de África, cuyos altos índices de natalidad constituyen un ‘problema’– ha provocado una especie de parálisis demográfica, y evitado un aumento desproporcionado de la población mundial.
Esta situación viene invirtiendo la pirámide demográfica mundial: cada vez es mayor el número de ancianos, y menor el de jóvenes. Un panorama totalmente diferente al de hace medio siglo. Una real revolución sin cambios traumáticos.
A nivel global, la población mayor de 65 años crece a un ritmo más rápido que el resto de segmentos poblacionales. Según el informe ‘Perspectivas de la población mundial 2019’, en 2050 una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años (16 %), más que la proporción actual de una de cada 11 en este 2019 (9 %).
Para 2050, una de cada cuatro personas que viven en Europa y América del Norte podría tener 65 años o más. En 2018, por primera vez en la historia, superaron en número a los menores de 5 años en el mundo. Se estima que el número de personas de 80 años o más se triplicará, de 143 millones en 2019 a 426 millones en 2050.
En 2014, un reporte de Moody’s Investors Service estimó que para 2020 las poblaciones de 13 países tendrán la categoría de ‘superenvejecidas’, con no menos del 20 % de su población con más de 65 años, y aumentaría a 34 naciones para 2030.
            Un informe de la ONU de 2017 estima que en América Latina y el Caribe hay 76 millones de personas mayores de 60 años y que para 2050 esta cifra puede alcanzar los 198.2 millones de ancianos.
Hace 70 años la media de esperanza de vida en América Latina era de 55.7 años. Hoy es de casi 75 años. Las mejoras citadas han llevado a que los latinoamericanos tengan vidas más longevas. Pero, a medida en que vivimos más, también es necesario repensar algunas de las instituciones económicas y sociales de un país, y prever cómo garantizar el bienestar de la población después de finalizado su período de vida laboral.
 (En el mundo, los países más envejecidos son Japón, Italia, Portugal, Alemania y Finlandia, cuya población adulta supera el 21 %.)
Este panorama nos dice que habrá más gente demandando servicios de salud y que el costo relativo a los servicios que necesita una población más anciana será más alto, ya que las enfermedades típicas de esta población requieren tratamientos mucho más complejos y costosos que el tratamiento de una infección en un niño o adolescente.
            Previendo esta realidad, la ONU declaró a 1999 como el Año internacional de los ancianos, y propuso construís ‘una sociedad para todas las edades’, es decir, una sociedad que, lejos de hacer una caricatura de los ancianos, presentándolos como enfermos y jubilados, los considere más bien agentes y beneficiarios del desarrollo.
            Se trata de constituir una sociedad mundial o sociedades nacionales multigeneracionales en la que se brinden todas las condiciones de vida que permitan promover la realización del enorme potencial que tienen los ancianos, sean de la tercera o de la cuarta edad, es decir, de entre 65 y 75 años, en el primer caso, o de 85 a más, en el segundo.
            Somos de los convencidos que nuestros ancianos tienen mucho que decir y hacer en favor de nuestras sociedades. Y de lo mismo deben convencerse -si aún no lo han hecho-  los organismos internacionales, gobiernos, instituciones o asociaciones de toda índole, las familias y, sobre todo, cada uno de los individuos -en particular los que conforman estas últimas-, de acuerdo con sus deberes y competencias, y desde sus diferentes campos de acción.
El objetivo es que garanticemos a nuestros ancianos condiciones de vida cada vez más humanas, y reconocer y valorar el insustituible papel que pueden y deben cumplir en nuestras sociedades.
Es necesario desterrar de nuestra mentalidad el concepto egoísta de que la situación de los ancianos es un simple ‘problema’ de asistencia y beneficencia; obviando su riqueza humana y espiritual, su experiencia y sabiduría, acumuladas por décadas de existencia.


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