Publicado en el diario
oficial El Peruano el sábado 1.02.20
JOSÉ LUIS VARGAS SIFUENTES
Existen diferentes versiones respecto a la función que cumplían los
intihuatanas (de ‘inti’, Sol; y ‘watana’, atar o amarrar), esculturas pétreas talladas en una sola pieza, ubicadas en sitios
arqueológicos monumentales, como el de Pisac, en el Valle Sagrado de los Incas,
Cusco; en Vischongo, en la provincia ayacuchana de Vilcashuamán, y en Machu
Picchu, el más imponente de todos.
Cada intihuatana tiene una pilastra de escasa altura, en forma de polígono,
que apunta al cielo y cuyas diferentes caras proyectan sombras, en
relación al movimiento del Sol y las diferentes estaciones del año.
Respecto a la función que cumplía, dos son las propuestas más generalizadas:
una es que se trataría de un observatorio astronómico para determinar
los solsticios; y la otra, que era un ‘reloj solar’, que permitía
determinar las horas del día gracias a la sombra
que produce el pilar tallado en su parte central.
A las citadas propuestas se suma ahora la versión mítica dada a conocer por
el incansable antropólogo, arqueólogo e historiador Federico Kauffmann Doig en
un artículo titulado ‘Gentilcunamanta-rimay’ (de ‘gentil’, remoto antepasado precristiano;
‘cuna’, plural; ‘manta’, del, y ‘rimay’, hablar), es decir, ‘lo que cuentan los
gentiles’. La versión ha sido
recogida en Chuquinga, centro poblado del distrito de Chalhuanca, provincia de
Aymaraes, Apurímac, conservada por Rubén Aucahuasi, antiguo
poblador de la zona, y explicaría la verdadera función del intihuatana.
Para el investigador, habría que descartar, en primer lugar, la versión de
que se trataría de un reloj solar que permitía observar las sombras que
se proyectan durante el día; algo poco probable ya que la mayor parte del año,
Machu Picchu en particular, está cubierto por nubosidades que habrían impedido
esa función.
El
intihuatana sería un adoratorio, versión compartida por
diversos historiadores, empezando por Max Uhle, autor de
un estudio pionero sobre ese altar, en cuya parte superior debió ubicarse una
figura votiva, según los dibujos de montañas sagradas (apus) que incluye Guamán
Poma en sus trabajos.
Para entender mejor el tema, recordemos que en tiempos del Tahuantinsuyo
existía escasez de tierras aptas para el cultivo, debido a la aridez de las
laderas de los Andes y los estrechos valles cordilleranos, que trató de ser
superada con extraordinarias obras de canalización, la ampliación de la frontera
agrícola y la construcción de andenes en las pendientes andinas, a los que se
sumaba la laboriosidad llevada al extremo.
Frente a la escasez que ocasionaban las sequías o las lluvias torrenciales,
a causa del fenómeno de ‘El niño’, y alejar al fantasma de la hambruna, el
pueblo incaico tenía que trabajar el campo más horas de las que proporcionaba
el día.
De ahí que recurrieran a sus remotos antepasados –los gentiles– a los que
atribuían la capacidad sobrehumana de prolongar la luz del día y así extender
las faenas agrícolas y lograr un superávit de alimentos para sortear los años
aciagos y abastecer una población estimada entre 12 y 14 millones de
habitantes.
Esa extensión de la luz diurna se
lograba ‘amarrando al Sol’, por más ilusorio que hoy nos parezca, para lo cual
era necesario disponer de un soporte que permitiera retener al astro rey
mediante una cuerda. La desbordante religiosidad del pueblo inca se exteriorizaba
mediante imploraciones, ofrendas y hasta sacrificios dirigidos a los apus o
montañas sagradas, con el ruego que lloviese a su debido tiempo y en su justa
medida. Y se respetaba y agradecía amorosamente a la Pachamama (Madre Tierra),
la divinidad considerada donante directa de los comestibles; fecundada por el
agua.
Para amarrar al Sol se precisaba de una estaca, por lo que el elemento
aludido fue utilizado por los gentiles para sujetar al Sol. Esa habría sido la tarea
del intihuatana.
Dada la poca extensión para dar mayores detalles sobre este tema, nos
limitaremos a transcribir un fragmento del relato mítico en quechua citado por
Kauffmann Doig:
“Ñaupa runakunaqa sinchi
ñakarikuywansi kausayta tarisqaku. Monaraq achihaymanta, allin tuta yaykuykamas
llank’asqaku. Paykkunapaqsi, p’unchauqa pisillaña kapusqa. Chaysi, pallay chumpikunawan
intita watasqaku, sapay p’unchau llamk’ay usianankama.” (“Los hombres
antiguos con muchas dificultades encontraban las subsistencias. Desde antes del
amanecer, hasta bien entrada la noche trabajaban. Para ellos el día ya era muy
corto. Por eso, se dice, amarraban al Sol con cintas artísticas cada día hasta terminar
el trabajo.”)
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