(El gallinazo, ave insignia de Lima)
Publicado en el diario oficial El Peruano el sábado 25.012.20
JOSÉ LUIS VARGAS SIFUENTES
El gallinazo es un buitre americano y se encuentran en Lima desde antes de
que se llamara Lima. Es el ave de la ciudad, ha estado presente en su historia,
arte y literatura; es parte de su paisaje y es su símbolo representativo como
que, según algunos cronistas, adornan el Escudo de Lima.
Estas aves son útiles para el ecosistema: devoran los desechos que nos
empeñamos en arrojar sin pudor a los ríos o a cualquier rincón de la ciudad.
Son el primer sanitario natural del país, un símbolo de la capital que, si bien
es menos valorado que una paloma, cumple una función vital: la de un reciclador
incomprendido.
En la época colonial muchas acequias prehispánicas, expuestas al aire libre
acumulaban desperdicios de los mercados y transeúntes. A través de los siglos,
gracias a la labor silenciosa de los gallinazos, se evitó la propagación de
enfermedades, y por ello no los mataban.
La historiadora María Rostworowski refiere que los gallinazos
habitaban Lima desde antes de la Colonia, y que en el oráculo de Pachacamac
los sacerdotes los alimentaban con cestas de pescado y los tenían bien
considerados pues limpiaban el santuario de los desechos que dejaban los
peregrinos.
Eran más valorados que ahora y los únicos que mantenían limpia la ciudad,
dice el experto César Arana sobre esta ave que mide en promedio 70 cm, no
supera los 1.5 k de peso y es uno de los 1,845 tipos de aves que hay en nuestro
país.
Garcilaso de la Vega dice que los indios la llamaban ‘suyuntu’ y no
comían carne “ni otro provecho alguno”. Su labor era limpiar las calles de las
inmundicias, y de hurgar en los basurales en busca de carroña y alimentos en
descomposición.
Refiriéndole a la Lima de fines del siglo XVI, el padre José de Acosta dice: "En el Perú hay (…) las auras que llaman
gallinazas (…) limpian las ciudades y calles, y no dejan cosa muerta;
hacen noche en el campo en árboles o peñas; por la mañana vienen a las
ciudades, y desde los más altos edificios atalayan para hacer presa…"
En 1884 Juan de Arona decía que desaparecieron de la ciudad desde que se
taparon las acequias, y que solo se les veía revolotear por los suburbios y
muladares. Y estaba prohibido darles muerte por el buen servicio de limpieza
pública que prestaban.
Pero no eran exclusivas de nuestra ciudad. En otros países y ciudades tuvo
funciones parecidas y su existencia fue amparada por ley. En las antiguas leyes
de Gales del siglo X se prohibía matarlas, e imponía una multa que iba a
beneficio del dueño de la tierra donde ocurría el avicidio.
En Inglaterra, el vulgo creía que el legendario Rey Arturo fue convertido
en cuervo (gallinazo) y por ello los ingleses se abstenían de matar a esa ave.
Se cuenta que cuando Carlota, emperatriz de México, llegó a Veracruz a
hacerse cargo de sus dominios quedó horrorizada al ver enormes bandadas de
pájaros negros, allí llamados zopilotes. Le explicaron que esas aves se
alimentaban de basura y eran necesarias para conservar limpias las calles.
Son muchas las historias de los gallinazos, como la que refiere una nota
publicada en El Comercio en
1892, sobre la incursión de uno de ellos en la iglesia de San Carlos, que generó gran alboroto; y desde 2015 se relacionó con el
programa ‘Gallinazo avisa. Tú actúas’ impulsado por la
USAID y el Ministerio del Ambiente para generar conciencia y educar sobre el
grave problema de la acumulación de basura en Lima.
Pocos recuerdan que Lima tenía dos calles dedicadas a ese primer ‘regidor’
de limpieza pública.
Una era Gallinazos -tercera cuadra del jirón Puno-, por donde deben
haber merodeado muchos de ellos para que el pueblo los relacionara con ella.
La otra era Gallinacitos -tercera cuadra de Lino Cornejo y paralela a la
tercera cuadra de Pachitea-, que daba al antiguo Noviciado de la Compañía de
Jesús, en cuyo campanario solían instalarse para observar mejor la ciudad y su
comida, desde la parte alta.
Los Gallinazos es también una vía importante del distrito de Comas.
El escritor Julio Ramón Ribeyro en su cuento ‘Los
gallinazos sin plumas’ muestra niños pobres explotados buscando comida para
cerdos en los basurales; y Sebastián Salazar Bondy en su ‘El Señor gallinazo
vuelve a Lima’ da a conocer los cambios de nuestra ciudad y las miserias de la
sociedad limeña.
Además, desde el 15 de septiembre de 2016 hasta hace año y medio la Gran Biblioteca
Pública de Lima exhibía en su azotea la obra ‘San Francisco de Lima y su Gran
Gallinazo’, una alegoría contra la corrupción, de la artista Cristina Planas.
Agradezcámosle su labor.