Cuando Francisco Pizarro trazó su famoso 'damero' tras fundar la Ciudad de los Reyes ninguno de los jirones tenía un nombre propio. Los primeros limeños se encargarían de bautizar cada calle según quien la habitaba, la iglesia o el giro de los negocios establecidos en ella. Las casas se distinguían por sus rasgos o escudo de armas dibujado en su portada.
El después llamado Jirón de la Unión fue tendido por el conquistador a partir del río Rímac, y dispuso un lote para la sede del cabildo en el mismo lugar que ocupa hoy.
Durante el virreinato y hasta 1862 cada una de sus 11 cuadras llevaba un nombre distinto: Puente de Piedra (cuadra 1), que unía Lima con el barrio de 'Bajo el puente' (Rímac); Palacio (2), donde se levanta la Casa de Gobierno; Portal de Escribanos (3), cuyas oficinas daban frente a la sede del cabildo; Mercaderes (4), por los variados negocios que en ella se instalaron.
Las otras se llamaban: Espaderos (5), por los locales de fabricación y venta de espadas instalados en el siglo XVII; La Merced (6), por la iglesia del mismo nombre; Baquíjano (7), por la casa de Juan Bautista de Baquíjano Urigoen, español que llegó al Perú en 1730. En esta calle funcionó el recordado diario La Prensa.
Las calles finales se llamaban Boza (8), por encontrarse en ella la casa de los marqueses de Boza; San Juan de Dios (9), por el hospital y la iglesia ahí ubicados; Belén (10), por el colegio fundado por las monjas del Corazón de Jesús y María, y Juan Simón (11), nombre de un propietario del terreno que marcaba el límite de la ciudad y colindaba con las murallas de Lima.
Todo siguió así hasta el 28 de mayo de 1862, cuando el cabildo de Lima aprobó el cambio en la nomenclatura y el Jirón de la Unión pasó a ser un eje en torno al cual se organizaba el tramo urbano, y los jirones (paralelos al río Rímac) que lo cruzaban de este a oeste llevarían el nombre de los departamentos de la costa; y los de oeste a este, de los departamentos de la sierra.
Así fueron denominados los jirones Lima, Callao, Ica, Huancavelica, Arequipa y Moquegua, de un lado; y Amazonas, Áncash, Junín, Huallaga, Ucayali, Ayacucho, Cusco y Puno, del otro.
(En la misma oportunidad se denominaron los jirones de uno y otro lado, que corrían de norte a sur, perpendiculares al río Rímac, y llevarían el nombre de una provincia de tal forma que cada uno de ellos tocaría en algún punto con el departamento al que pertenecía. Otros cambiaron de nombre: el jirón Arequipa pasó a llamarse Riva-Agüero y hoy es avenida Emancipación; y Ayacucho cambió a Miró Quesada y hoy es Santa Rosa de Lima. Pero eso es ya otra historia.)
Se eligió a este jirón como eje de la nueva zonificación por ser la vía principal de la ciudad, llena de comercios y servicios; y serviría de 'unión' de los departamentos de la costa con los de la sierra.
Por esa época, el jirón acogía restaurantes, tiendas de mercaderías importadas y joyerías. Los limeños de la alta sociedad, luciendo sus mejores trajes, salían a 'jironear', recorrer tiendas, ir al cine o comer. Era, entonces, la vía más importante de la ciudad, la más 'aristocrática' y donde se reunían los más célebres habitantes de la ciudad.
Por los años cincuenta, en la cuadra 7 funcionaba el café-cine-bar 'Palais Concert', donde se reunía la intelectualidad de la época. En esos años se atribuyó a Abraham Valdelomar la frase: "El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert, y el Palais Concert soy yo", que reflejaba el peso de esa vía dentro de la vida económica y cultural peruana.
El 20 de noviembre de 1982 las cuadras 3 a 9 fueron dedicadas exclusivamente al tránsito peatonal, pero sufrió un período de decadencia cuando la recesión económica y el aumento de la criminalidad ahuyentaron a las personas, y se convertiría en un emporio con gran cantidad de vendedores ambulantes.
A finales del siglo pasado, el reordenamiento del centro histórico dispuesto por el alcalde Alberto Andrade permitió que experimentara una reactivación en su economía y volviera a ser una vía eminentemente comercial. En 2013 fue considerada la sexta calle más cara de América Latina por el alto costo del alquiler de sus locales, según un reporte de Colliers International.
Transcurridos 484 años el Jirón de la Unión conserva el dinamismo que lo caracteriza y sigue siendo uno de los más concurridos de la capital, con su mezcla de tradición, modernidad y diversidad cultural.
Pero ha perdido el carácter aristocrático que tuvo a inicios de la República.
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